jueves, 20 de diciembre de 2007


DESAFÍO PARA CAMBIAR

Siempre he mencionado el cambio radical que se produjo en mi vida cuando abrí mi corazón para la entrada de JC como mi Señor y Salvador. No fue algo fácil. Tuve que vencer mis dudas, tuve que renunciar a ser el centro de las decisiones que afectaban mi vida y la de mi familia. Puse en la balanza la pérdida de amistades e incluso una relación algo distante con algunos familiares, situación que yo no quería pero que se dio en algún momento. Gracias a Dios eso mejoró y el tema del Señor no es tabú entre nosotros.
Fue una lucha que pude abandonar en su inicio, pero que gracias a mi esposa, mis hijas, el pastor Lindor Valenzuela y muchos hermanos en la fe conseguí vencer. Había tomado una decisión que significó un cambio total de mi manera de ser. Y nunca me he sentido defraudado o arrepentido de haberla tomado. Al contrario, gracias a Dios he sido bendecido grandemente y he podido conocerle en la intimidad de mi corazón. Lo que perdí de las amistades mundanas ha sido compensado y superado indiscutiblemente con mi integración a la familia de Dios. Soy miembro ahora del cuerpo espiritual y físico maravilloso que cubre el mundo y que tiene millones de componentes, la Iglesia de Jesucristo.
Ha sido un desafío grande que acepté y que debido a los riesgos propios de todo cambio hicieron madurar en mí una fe en el Señor a través de lo que me ha ido mostrando paulatinamente a medida que ha pasado el tiempo.
Sé muy bien lo que pasa en una persona que recién se acerca a los caminos del verdadero cristianismo. Veo en ellos lo que yo viví años atrás y entiendo sus temores, sus dudas que necesitan ser aclaradas para adquirir la confianza que se debe tener en Aquel que lo llama a entregarle su vida.
Todo esto significa asumir cambios imprescindibles para crecer en la fe, cambios que principalmente son luchas con nosotros mismos. Es algo que tenemos que resolver como creyentes individuales y como parte del cuerpo que es la Iglesia. Tiene que ver con la forma como me relaciono diariamente con el Señor, de qué manera participo en las reuniones de la congregación y como tomo responsabilidades de servicio en la Iglesia.
Es un tema contingente porque las iglesias de esta época están viviendo tiempos de cambio, tiempos en que la disensión afecta a algunos y lleva incluso a la polémica y la separación. Hay un desafío concreto al cambio. ¿Es para nosotros? Indudablemente que sí. Cambiar es parte de la vida que nos corresponde caminar mientras estemos en la tierra. Cada cambio es un jalón, un peldaño más para crecer, un desafío nuevo a dejar prejuicios que frenan el desarrollo, un quiebre a veces doloroso que provoca la renuncia a actitudes y cosas que la carnalidad niega al progreso espiritual.
Sin embargo, la experiencia nos enseña a no buscar el cambio por sí mismo. No estamos en la búsqueda de novedades como los griegos a quienes habló Pablo en Atenas. (Hechos 17:21) Es también este un tiempo de novedades que entran al sistema globalizado de la economía. Hay un abundante y variado ofrecimiento de novedades de todo tipo, de sistemas de autoridad eclesial, de incorporación a la alabanza de formas que han popularizado los personajes de la farándula artística, de autoritarismo y manipulación emocional, de exhibición exitista de quienes lucran con la credulidad de la gente, etc., etc.
El cambio válido para los cristianos está en el corazón, o sea, es interior más que exterior. Es obvio, me dirá usted. Pero, la obviedad no siempre se conjuga con la obediencia a lo que señala la palabra de Dios. Es obvio que Dios nos llama a entregarle el todo de nuestra vida. Lo entendemos, pero ¿lo hacemos? Creo que en la medida que seamos consecuentes con la aplicación del mensaje que conocemos y predicamos se puede producir ese cambio de prioridades que necesitamos con tanta urgencia. Es lo que el Señor requiere y reitera a cada momento. Es lo único que puede generar esa renovación espiritual que echará fuera de vidas y congregaciones esa actitud negligente y cómoda de vivir el Evangelio de Jesucristo.
¿Usted anhela que su Iglesia cambie? Bueno, el cambio comienza en usted, tal como empieza por mí en la Iglesia donde el Señor me ha puesto. Es el desafío de hoy y siempre. Es el llamado de amor que Dios hizo al infiel y rebelde Israel del Antiguo Pacto. Es el llamado igualmente amoroso que el Señor hace a su rebelde e infiel Iglesia de hoy. ¡Rompamos con la influencia nefasta del mundo! ¡Aprendamos a vivir para Cristo y en Cristo! ¡Plantemos hoy el hito que como Piedra de Socorro nos recordará que Dios nos ama y busca lo mejor para nosotros! (1 Samuel 7:12)

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